Por aquí os dejo una columna de opnión mía publicada el 23 de mayo en el Diario.es. Espero que os guste!!!!
La mayoría de nuestros días vivimos perseguidos por un estresante maremoto maniacodepresivo del que nos es muy difícil escapar. El maravilloso mundo de las Nuevas Tecnologías, lo llaman. Y aunque (efectivamente) este ente tiene muchos efectos beneficiosos, las cadenas con las que estamos atados a su sabor nos impiden degustar las cosas con la libertad y la relajación necesarias.
Por eso he aprendido a valorar como nadie la tranquilidad de determinados días de desconexión; ese regalo que por mucho que se empeñe Prometeo nunca-jamás podrá igualar. Disfruto, por ejemplo, del momento en el que mi vecina me saluda con una sonrisa en la boca, del instante en el que un niño pequeño le deja su asiento a una embarazada en el autobús o del segundo en el que observas a alguien llevándole un café con dos bollos a un indigente.
Del mismo modo, siempre que puedo y para regocijarme de esos instantes, me gusta relajarme al abrigo de un sofá orejero que tiene la extraordinaria capacidad de detener el tiempo y de romper todas las leyes de la Física necesarias para que el mundo real parezca mucho más tierno de lo que es.
Pues bien, esta semana estaba disfrutando de uno de esos momentos cuando puse las noticias en un descuido y…
– ¡Sigue al conejo blanco, Alicia o Neox o quién demonios seas!- me gritó un sombrerero loco mientras me golpeaba con una pala mental en el estómago; abruptamente; a quemarropa; sin clemencia.
Lo que estaba siendo un viaje por el País de las Maravillas, se tornó en una oscura pesadilla que me empujó nuevamente hasta el centro mismo de mi infierno interior (2.0). Maniatado, caí por una madriguera mucho más terrible que la de estar obligado a ver todos los capítulos de “Mujeres, hombres y viceversa” o la de escuchar cien veces seguidas una selección de los peores temas del reggaetón (o mejores, que da igual).
¡Lo que puede hacer un solo boletín de radio!
Escondidas tras una serie de informaciones sobre las elecciones, la corrupción y el fútbol, descubrí dos noticias que abrieron en canal el dulce sueño en el que estaba y que me recordaron el contenedor de biohazard en el que vivimos. La primera de ellas tenía como protagonista a un inmigrante al que una red ilegal había ofrecido comprarle un riñón. ¡Qué sucia ironía! Vender una parte de tu cuerpo para poder seguir alimentando a las demás.
La segunda de las noticias trataba sobre un multimillonario chino (un tal Li Hejun) que había perdido en la bolsa 14.000 millones de dólares en media hora (CATORCE MIL MILLONES en MEDIA HORA). Más o menos la mitad de su patrimonio.
La cruda y miserable realidad de este mundo deshumanizado.