Aquí os dejo esta columna de opinión que escribí para el Diario.es del 17 de mayo. Espero que os guste!!!
A lo largo de los años, una docena de mitos se han ido cayendo paulatinamente de las paredes de mi habitación. Y no es que ya no considere como unos fuera de serie a mis Freddie Mercury, Larry Bird, Albert Einstein, la sonriente chica anónima de poca ropa (donde “poca ropa” es un claro eufemismo) o a la guerrera cántabra cabalgando a los lomos de una osa de Gustavo Cotera, no; simplemente, es que no queda serio maquillar las paredes de tu casa con estas imágenes a partir de una determinada-indeterminada edad.
Además, con el paso del tiempo, este viajero se ha ido dado cuenta de que los hombres y las mujeres de papel también realizan acciones cuestionables, también tienen mal aliento por las mañanas y también sufren de diarrea cuando se pasan con las grasas en su dieta diaria. Quizá, por eso, no me queden ya tantos héroes a los que venerar religiosamente. Soy de la opinión de que todos estamos hechos cuánticamente de la misma materia y todos merecemos por ello la misma adoración y respeto.
Sin embargo…
Sin embargo, a este anodino mundo de falsa igualdad en el que vivo ha llegado alguien que ha roto mis cansados y pesimistas esquemas vitales. Alguien que ha derrumbado las murallas de mi Jericó cerebral y que me ha vuelto a poner en sintonía con el Ser Humano; aunque sea por unos cuantos nanosegundos.
– Nombre: Maire Kämpft.
– Sexo: Femenino.
– Edad: 84 años.
– País de origen: Alemania.
– Estado Civil: Súper abuela.
Imaginad: esta buena señora está tranquilamente sentada en un banco cuando escucha a un pastor de su Iglesia decir que “la homosexualidad es pecado, que va contra la voluntad de Dios y que debe ser curada” (tipo de argumento que siempre me ha llamado poderosamente la atención porque si Dios es todopoderoso no creo que nadie ni nada pueda ir contra Su voluntad. Si se materializase esta paradoja, en mi modesta opinión, o Dios no sería todopoderoso o la homosexualidad, o lo que fuera, no irían contra Su voluntad. Irían, simplemente, contra la voluntad de algún listillo que utilizaría a Dios como refrendo de su propia y lamentable ideología).
Pues bien, nuestra querida Marie, con dos nietos homosexuales y una racionalidad y valor ejemplares, no tarda ni media hora en escribir una carta en la cual apostata de su Iglesia por este motivo. A partir de ese momento, asegura en ella, va a seguir creyendo en Dios pero desde su casa y sin la ayuda de una Iglesia que criminalizaba a sus nietos por su condición sexual. Ella les conoce y sabe que son buenos chicos, exactamente iguales a todos los demás.
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