Hace unos días participé en un concurso de microrelatos. El relato tenía que empezar con la frase con la que termina el último libro de Vargas LLosa: “Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión”. Sólo 100 palabras.
Esto fue lo que escribí, espero que os guste…
Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. El tiempo, secuestrado por una pregunta, permanecía atado a un reloj de cuco sin cuco situado más allá del algodón. Brochazos trigonométricos de oro pintaban la “aeroplatea”, mientras unas cuantas palabras de Julio Cortázar (y medio vaso de agua) resbalaban hacia el suelo situado bajo los pies de Prometeo.
Atónita, sin aliento, la sangre de sus venas se transustanció en queroseno; todos los ojos del mundo se posaron sobre sus hombros.
– ¿Te casarás conmigo?- repitió él.
– Claro que sí- respondió ella.
Me ha gustado, el primer impacto me ha recordado a mi amada generación de poetas franceses del siglo XIX.